La
iglesia de San Julián de los Prados o de Santullano, está emplazada
en la zona Norte del suburbium de la Ciudad de
Oviedo (Ovetao), extramuros, de la regia sedes ovetense
de Alfonso II y situada en un núcleo de comunicaciones de origen
romano (tal como se apunta en el punto 3). Las manifestaciones de la
cultura ovetense del siglo IX, se hacen presentes en la producción
creativa: por un lado en el plano artístico, con el florecimiento
del ciclo monumental prerrománico asturiano; y por otro lado, el
literario, que culminara con la obra historiográfica que constituyen
las primeras crónicas de la España cristiana de la Reconquista.
En
lo que se refiere al despliegue del proceso cultural, según lo que
se interpreta a través de las Crónicas Asturianas, se retoma como
base la ideología del pasado reino visigodo que aportará las
características y precedencias de las nuevas manifestaciones
que se producen durante el desarrollo de la vida urbe regia
ovetense en el siglo IX.
Tres
raíces esenciales se perciben en la fundamentación cultural y
artística de la monarquía asturiana, iniciada con la problemática
construcción de la basílica de la Santa Cruz por Favila, en cangas
de Onís, en el 737m seguida de la construcción de Santianes de
Pravia por Silo. Y clave es, también la influencia romana, que pudo
llegar a asturias a través de Galicia, vinculada estrechamente al
reino de Asturias en todo momento a través de las tierras del Duero.
Tanto es así que hay que tener en cuenta que durante el reinado de
Alfonso II, surge la leyenda del descubrimiento del sepulcro del
Apóstol Santiago, cera de Iria
Flavia, en
Galicia. Se produce, al mismo tiempo el patronazgo apòstólico de
Santiago el Mayor, por parte de la monarquía asturiana, levantando
una iglesia de fundación real en su honor, en el año 829, en el
lugar de Galicia campus
stellae (posterior
Compostela), donde supuestamente se encontró su sepulcro.
Del
ciclo que hoy comúnmente se conoce con el nombre de “Arte
Asturiano”, término acuñado por G.M. Jovellanos, se han
conservado un conjunto integrado por edificios civiles y
eclesiásticos, además de tres de las más importantes joyas del
arte de nuestra Alta Edad Media. Las cruces de los Ángeles y la
Victoria y el arca de las Agatas; así como algunos vestigios
arquitectónicos de gran interés. De ese elenco monumental, tanto
del total o de los fragmentarios que sólo se conservan en las
fuentes escritas de la época, se articulan plenamente en el
movimiento cultural que tiene su centro de irradiación en la regia
sede ovetense.
La
primera fase de este proceso corresponde al reinado de Alfonso II,
prolongándose a lo largo de cincuenta años, desde el 791 al 842. El
Renacimiento cultural impulsado por el Rey
Casto,
se iniciará a partir del año 812 ( fecha de la donación del
monarca a la nueva Iglesia de San Salvador de Oviedo), en el aspecto
monumental, a través de la construcción de edificios religiosos y
civiles para dotar de la infraestructura material que la política
del monarca requería. Siguiendo para la organización el modelo
del antiguo Reino de Toledo, tal como se menciona anteriormente.
Incorporando, también, influencias carolingias, italianas,
orientales y obviamente mozárabes (aquí el término se emplea en un
cierto sentido de anticipación). Todo sobre un fondo que se irá
gradualmente desplazando debido a las aportaciones de los inmigrantes
cristianos que se desplazaban desde Al-Andalus desde el siglo VIII.
Obedeciendo
al designio que inspira la obra política del Rey Alfonso II y a la
exigencia de dotar a la nueva corte ovetense de los elementos
materiales que sustenten una organización que pretendía emular a la
antigua Corte Toledana, se desplegó una actividad a modo de primera
urbanización de Oviedo con proyección en el entorno rural de la
ciudad. Algunos autores sostienen que no era tanto la
intención artística de emular a los antiguos godos, si no de
legitimar una nueva institucionalidad o Traslatio,
a través del carácter electivo de su nombramiento, rompiendo con la
continuidad del caudillaje electivo de la monarquía germánica que
transforma en una monarquía hereditaria.
Cuando
Alfonso II subió al trono fue consagrado por la unción
sacerdotal unctus est
in regno ,
al igual que Wamba y Rodrigo, ritual que ya establecía la idea de
continuidad entre el perdido reino visigodo y el nuevo reino astur.
Este fenómeno, incluida la idea de descendencia de los soberanos
asturianos con respecto a los visigodos, tuvo su proyección en la
imitación de varios aspectos de la antigua organización goda.
La
Crónica Albeldense hace incapié en el recuerdo de Alfonso I, hijo
de Pedro, Duque de Cantabria, descendiente de los Reyes visigodos
Leovigildo y Recaredo, que casó con Ermesinda, hija de Pelayo, lo
que supone la vinculación genealógica con el pasado. Aunque esta
continuidad con cierta independencia con respecto a Toledo, se ve
favorecida con la figura de Beato en disputa con Elipando, arzobispo
mozárabe, cabeza de la iglesia cristiana en territorio musulmán.
Esto significaba el aspecto religioso de la ortodoxia frente a la
heregía, además de recordar la etapa de Recaredo y el mantenimiento
de una línea católica frente al arzobispo mozarabe, como antes lo
había sido respecto al arrianismo.
Hoy
en día, no queda nada del templo dedicado a San Salvador y los doce
apóstoles, destinado a ser asiento de la nueva diócesis ovetense
creada por Alfonso el Casto y del cual las Crónicas alaban
su belleza y solidez constructiva. Sin embargo, adosados al
muro sur de la actual Catedral, en cuyo solar se alzaría la
primitiva basílica de San Salvador, todavía son visibles los
cimientos de lo que se considera fue residencia del monarca y de su
corte, dando idea de la magnificencia de lo que pudo ser su corte
decorada con magníficas pinturas, según la Crónica Albeldense, que
quizás fueran de la misma factura de las que, todavía hoy, adornan
las paredes interiores de la basílica de Santullano.
Todo
el conjunto de edificios se protegió con una muralla.El
trazado de la muralla se organizó en relación con el núcleo
ideológico y representativo de la corte, formado por el Palacio Real
y la Cámara Santa, San Salvador, Santa María y San
Tirso. Se
definía así, el recinto de aquella primitiva urbs
regia, asentando
una Corte y una sede episcopal de nueva creación, que además fue
adquiriendo formas estatales claramente definidas y que bajo el
caudillaje de Alfonso II sirvieron de establecimiento para lograr
las estrechas relaciones diplomáticas y culturales con el poderoso
Imperio Carolingio y para manentener abiertas las comunicaciones con
Al-Andalus.
CID PRIEGO, C. (1995). Arte prerrománico de la Monarquía Asturiana. Oviedo: Grupo Editorial Asturiano. págs. 10-13
GIL FERNÁNDEZ, J, MORALEJO, J. L., RUIZ DE LA PEÑA, J.I.: Crónicas Asturianas: (Crónica de Alfonso III (Rotense y "A Sebastián"), Crónica Albeldense (y "Profética"), Págs. 200-216
NIETO ALCAIDE, V. (1989). Prerrománico asturiano. Salinas: Ayalga Ediciones. Pág. 42