Existen diversos indicios que hacen suponer que las pinturas de la iglesia cumplieron una finalidad representativa e iconográfica en relación con una "tradición áulica".El primer indicio es que solamente sean palacios los edificios representados, que ha hecho suponer que sean pinturas "propias de iglesias palatinas" siguiendo modelos tomados de la decoración de palacios romanos, que acentúa su clasicismo.
Otro indicio aparece con un tratamiento destacado jerárquicamente por su emplazamiento superior y se repite cuatro veces, es la cruz, es el símbolo claramente identificado con la monarquía astur. La cruz se representa haciendo alusión al oro con que estaría fabricada y simula una obra realizada en orfebrería. Además, se halla cobijada por un arco y a los lados se representan dos edificios. Se trata de la representación de la Vera Cruz hallada por Santa Elena, madre del emperador Constantino y que se había colocado en el montículus Golgotha, entre la basílica de la Natividad y la Rotonda de la Anastasis o de la Resurrección en Jerusalén.
De esta forma la cruz también aparece vinculada a la representación de la Jerusalén Celeste, como prueba la presencia de los edificios en el suelo. Por otro lado, las grandes catedrales visigodas de Mérida, Sevilla, Toledo y Tarragona, llevaban como segundo título el de Sancta Jerusalen, por tanto, la evocación de la Jerusaén Celeste en el Santullano se justifica como consecuencia de la mencionada idea de la traslatio. Además, la imagen de la Jerusalén Celeste se hacía revivir en el comentario de Beato al Apocalipsis escrito en esta época en Asturias. Así, la representación de la Jerusalén Celeste se planteó con un sentido político y religioso, ya que en el testamento de Alfonso II se alude implícitamente a la legitimidad y sucesión de la monarquía haciendo referencia a la Jerusalén Celeste.
Cruz de la Anastasis (©Lorenzo Arias) |
Otro indicio aparece con un tratamiento destacado jerárquicamente por su emplazamiento superior y se repite cuatro veces, es la cruz, es el símbolo claramente identificado con la monarquía astur. La cruz se representa haciendo alusión al oro con que estaría fabricada y simula una obra realizada en orfebrería. Además, se halla cobijada por un arco y a los lados se representan dos edificios. Se trata de la representación de la Vera Cruz hallada por Santa Elena, madre del emperador Constantino y que se había colocado en el montículus Golgotha, entre la basílica de la Natividad y la Rotonda de la Anastasis o de la Resurrección en Jerusalén.
De esta forma la cruz también aparece vinculada a la representación de la Jerusalén Celeste, como prueba la presencia de los edificios en el suelo. Por otro lado, las grandes catedrales visigodas de Mérida, Sevilla, Toledo y Tarragona, llevaban como segundo título el de Sancta Jerusalen, por tanto, la evocación de la Jerusaén Celeste en el Santullano se justifica como consecuencia de la mencionada idea de la traslatio. Además, la imagen de la Jerusalén Celeste se hacía revivir en el comentario de Beato al Apocalipsis escrito en esta época en Asturias. Así, la representación de la Jerusalén Celeste se planteó con un sentido político y religioso, ya que en el testamento de Alfonso II se alude implícitamente a la legitimidad y sucesión de la monarquía haciendo referencia a la Jerusalén Celeste.
A partir de los estudios del profesor Schlunk se duda si la representación de la Jerusalem Celeste comprende todo el conjunto o sólo el registro superior. Ya que la forma de esta Jerusalén aparece implícita en las palabras de Eusebio de Cesarea cuando se refiere a la resurrección del cuerpo: "en compañía del coro de los ángeles de luz en los palacios de Dios, más allá de los cielos y con el mismo Cristo Jesús, bienhechor y salvador universal". Las pinturas del registro superior de Santullano reproducen exactamente los dos temas iconográficos básicos de esta visión: las arquitecturas que representan los palacios y la cruz con las referencias apocalípticas del alfa y omega, que simboliza a Jesucristo.
Otro motivo que se repite insistentemente en las pinturas de Santullano, son los cortinajes, que incide también en este sentido palatino de las pinturas. Este tema deriva del arte romano y corresponde desde un punto de vista alegórico-representativo con el carácter regio del edificio. Tratándose de cortinas de la sala del trono romano de la Baja Antigüedad. También fueron usadas en las tribuna de San Miguel de Lillo y San Salvador de Valdediós.
Por tanto, parece fuera de duda que la iconografía arquitectónica tuvo en su origen un simbolismo áulico, por una parte porque el cliente es el monarca Alfonso II pero también porque estas representaciones arquitectónicas son la mejor manera de ilustrar el palacio celeste de la divinidad.
NIETO ALCAIDE, V. (1989). Prerrománico Asturiano. Salinas: Ayalga Ediciones. Pág. 95-98
Palacios con cortinajes (© Alcaide Nieto) |
Por tanto, parece fuera de duda que la iconografía arquitectónica tuvo en su origen un simbolismo áulico, por una parte porque el cliente es el monarca Alfonso II pero también porque estas representaciones arquitectónicas son la mejor manera de ilustrar el palacio celeste de la divinidad.
NIETO ALCAIDE, V. (1989). Prerrománico Asturiano. Salinas: Ayalga Ediciones. Pág. 95-98
BANGO, I.G. (dir.). (1996). Arte Medieval I. Madrid: Ediproyectos Europeos. Pág. 82.
BANGO TORVISO, ISIDRO G. (1989). Alta
Edad Media- de la tradición hispanogoda al románico. Madrid: Silex. Págs. 30-32