El programa iconográfico de las pinturas de Santullano refleja un espíritu anicónico, ya que no se representan escenas cristianas ni bíblicas en general. Por tanto, el conjunto de las pinturas del Santullano pone de manifiesto la inexistencia de representaciones de la figura humana, fenómeno que refleja los problemas religiosos de la época de Alfonso II. Entre los siglos VIII y IX el adopcionismo, era una herejía que consideraba a Cristo como hijo adoptivo de Dios y se había extendido por España, que arraigó entre los mozárabes de Al-Andalus y Toledo. En este sentido se ha interpretado la ausencia de la figura humana en las pinturas del Santullano, evitando representar la humanidad de Cristo y limitándose a la figuración del tema de la cruz, como una consecuencia de la actitud antiadopcionista mantenida por Alfonso II y como fruto del Concilio de Hieria (754) en el que sólo se aceptaba la representación de la cruz como símbolo divino. Esta posición del rey supuso la independencia respecto a la jurisdicción eclesiástica de Toledo, con el establecimiento de una sede episcopal en Oviedo.
Las imágenes que encontramos en el programa pictórico del Santullano: la Jerusalén Celeste y la cruz sin crucificado, aparecen claramente referenciadas en el testamento de Alfonso II. Ya que en éste se hace referencia al cielo como Jerusalén Celeste de una manera excepcional y en el mismo texto se habla de la Divinidad en pleno sentido anicónico: "Tu fortissime domine, qui est deus adsconditus". Por tanto, existen varios motivos para pensar que se trata de un programa iconográfico diseñado por el propio Alfonso II, con un espíritu plenamente imbuido de la teoría anicónica propia de una élite monástica hispanogoda.
Por otro lado, se desconocen prototipos específicos de iglesias en las que se representen figuras de palacios y edificios presididos por la Vera Cruz, que hace suponer que estos motivos pictóricos tengan su origen en la decoración de palacios o iglesias de los cuales no nos han llegado ejemplos. Pero encontramos antecedentes de motivos arquitectónicos en los que el aniconismo es dominante en los frescos del II y IV de estilo pompeyano.
NIETO ALCAIDE, V. (1989). Arte Prerrománico Asturiano. Salinas: Ayalga Ediciones. Pág. 98
ARIAS, L. (1993). Prerrománico Asturiano. Gijón: Ediciones Trea. Págs. 74-77
BANGO TORVISO, I. G. (dir.). (1996). Arte Medieval I. Madrid: Ediproyectos Europeos. Pág. 82.
Las imágenes que encontramos en el programa pictórico del Santullano: la Jerusalén Celeste y la cruz sin crucificado, aparecen claramente referenciadas en el testamento de Alfonso II. Ya que en éste se hace referencia al cielo como Jerusalén Celeste de una manera excepcional y en el mismo texto se habla de la Divinidad en pleno sentido anicónico: "Tu fortissime domine, qui est deus adsconditus". Por tanto, existen varios motivos para pensar que se trata de un programa iconográfico diseñado por el propio Alfonso II, con un espíritu plenamente imbuido de la teoría anicónica propia de una élite monástica hispanogoda.
Por otro lado, se desconocen prototipos específicos de iglesias en las que se representen figuras de palacios y edificios presididos por la Vera Cruz, que hace suponer que estos motivos pictóricos tengan su origen en la decoración de palacios o iglesias de los cuales no nos han llegado ejemplos. Pero encontramos antecedentes de motivos arquitectónicos en los que el aniconismo es dominante en los frescos del II y IV de estilo pompeyano.
NIETO ALCAIDE, V. (1989). Arte Prerrománico Asturiano. Salinas: Ayalga Ediciones. Pág. 98
ARIAS, L. (1993). Prerrománico Asturiano. Gijón: Ediciones Trea. Págs. 74-77
BANGO TORVISO, I. G. (dir.). (1996). Arte Medieval I. Madrid: Ediproyectos Europeos. Pág. 82.
BANGO TORVISO, I. G. (1989). Alta
Edad Media- de la tradición hispanogoda al románico. Madrid: Silex. Págs. 27-32